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Un espacio de reflexión y crecimiento personal

UNA PEQUEÑA ESTRELLITA DE MAR… VALE LA PENA


Como personas, muchos de nosotros sufrimos de un mal muy pequeñito pero terriblemente eficaz. ¿Quieren que les cuente cuál es? Miren que si les cuento tendrán que hacer algunos cambios, ¿eh? Bué, igual se los cuento. Es el mal de subestimar la tarea que hacemos a diario, ese millar de cositas, de palabras, gestos, actitudes y actos que hacen a nuestra vida cotidiana. Nos suena una voz en el inconsciente que nos acusa diciendo...”Y... ¿qué has hecho hoy?”

Miramos a nuestro alrededor y pareciera que los platos sucios se reprodujeran como conejos, que la tierra crece sin fertilizante en los rincones de la casa, la ropa sucia tiene levadura, las reparaciones en la casa de apilan, la lista de tareas se acumulan. Y encima que hemos corrido todo el día para atender y suplir infinidad de cosas, nos arrastramos tantas veces a la cama como quien va a la guillotina, ¡nuestra propia guillotina!

Porque vamos pensando... ¿de qué valdrá la pena? ¿Tendrá valor tanto esfuerzo? Y curiosamente, aunque tengamos la dicha de tener una familia que nos valore, hay un monstruito interno que nos dice a gritos, ¡NO HICISTE LO SUFICIENTE! Más ojeras todavía, ¿será posible? Con todo el cansancio que cargamos, nos quedamos con el insomnio de pensar... ¿habremos hecho lo suficiente?

Y cuando me ataca el bichito de la miseria de estos pensamientos, recuerdo la siguiente ilustración:

Había un niño que iba caminando por una larga y ancha playa arenosa, bordeando un mar azul de aguas intensas. Caminaba y caminaba, agachándose a cada pocos pasos para recoger una estrellita de mar que había quedado varada en la playa y arrojarla nuevamente al mar. Un adulto lo observaba con atención, viendo con cuanto esmero el niño recogía una tras otra de las estrellitas de mar. Por fin no pudo resistir preguntarle:

-¿Por qué haces eso, si hay miles de estrellas que se van a morir igual en la arena?

El niño sonrió, tomando una estrellita en la mano, y diciendo, -Sí, pero para ésta sí que vale la pena- y la arrojó al mar.

Satisfecho con su buena obra, siguió su camino, feliz.

Hay momentos de desánimo, claro que sí, pero...pensar que para la estrellita de mar valió la pena, ¡cuánto más vale la pena la inversión que hacemos a diario como persona, estudiante, cónyuge, padre, madre, vecino, ciudadano...con cada pequeño gesto que hago en mi vida diaria! Y pensando en las estrellitas de mar, sigo adelante... ¡hay muchas estrellitas para recoger durante mi día intenso! Serán pequeñas, pero así sabré que mi vida está marcando una diferencia.

Y bendigo a la vida porque es posible y vale la pena.

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