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Un espacio de reflexión y crecimiento personal

PREVENCIÓN MATRIMONIAL...CUANDO UN GRAMO DE PREVENCIÓN EVITA UN KILO DE PROBLEMAS


En cuanto uno se descuida, las cosas se pueden ir cayendo a pedazo...paso a paso, centímetro a centímetro. Por eso, hasta el mismo matrimonio cae víctima de muchos enemigos que van carcomiendo la vida en pareja.

A continuación hay algunos enemigos que dan alerta roja:

El resentimiento crónico, o sea, resentimiento a largo plazo. Cosas que quedaron desde el ayer. Heridas de años. Amarguras que aparecen en la superficie en cada discusión.

Las ironías y cinismo. Cuando el matrimonio está al filo de las cosas, hay comentarios irónicos sobre cosas como, “¡Qué milagro! Por fin una comida decente...” “¡No me digas que cortaste el pasto para ver si aparecían los chicos!” Detrás de muchas bromas aparentes—hay heridas latentes que asoman en las conversaciones.

Esconder los sentimientos. Con el paso del tiempo los problemas sin resolver van levantando barreras entre los cónyuges. Se van limitando los temas de conversación... ¡porque se armaría la tercera guerra mundial! No se habla de la suegra, ni de la plata, ni de la disciplina de los chicos...se sigue funcionando como un auto que solo tiene tres ruedas, avanza pero renguea...pero ¿quién le pone el cascabel al cónyuge? Se comienza a vivir lo que se podría llamar “vidas paralelas”. Se convive, pero cada cual en su rancho, emocional y espiritualmente.

Cuando el matrimonio no es prioridad. ¡Qué duro es separar tiempo en matrimonio! Es como que la torta de la vida se reparte en cien pedazos...y no hay lugar para el pedazo matrimonial. Hay tiempo para lo demás, pero no hay tiempo de calidad y calidez matrimonial. A veces para el matrimonio solo quedan los despojos y no lo mejor de uno...

Cuando los temas que ocupan la conversación son mayormente temas negativos. Si uno se descuida, ¡nada bueno hay en el mundo! Desde el país para abajo, todo está mal. Si nos escucháramos, descubriríamos lo negativos que podemos llegar a ser.

Cuando esperamos que el cambio...empiece por el otro. ¡Qué actitud más destructiva para la vida del matrimonio es esta! “Si tan solo mi cónyuge cambiara...” “Si ella fuera...” “Si él...”

Cuando se lleva un registro morbosamente minucioso de las cosas que el cónyuge hace...sobre todo las negativas. Se usan palabras como “Nunca...” “Siempre...” “Jamás...” El dedo acusador se hace inmenso y justiciero. La inquisición queda hecho un poroto.

¿Qué hacer para prevenir y superar tantos embates? Se ha dicho que es fácil cambiar, pero que es más fácil no cambiar. Allí está el tema. ¿Hay disposición en uno para cambiar? Es la responsabilidad de uno solo lo que puede marcar la diferencia.

Pero hay que tomar la decisión de cambiar.

Hay que entender que la calidad matrimonial afecta toda la vida—la salud, la satisfacción, aun el significado de la vida. ¿Qué hace a la buena relación matrimonial? Los estudiosos nos afirman que lo que hace a la buena relación matrimonial es algo que anhelamos y tememos a la vez: la intimidad. Todos anhelamos podernos abrir con libertad y aceptación—pero quizás no hemos aprendido cómo hacerlo. ¿Qué medidas se pueden tomar para mejorar la intimidad del matrimonio?

Toma tiempo de conversación en manera regular y diaria. Es el momento de preguntar al cónyuge, “¿Cómo fue tu día?” “¿Cuál fue algo divertido de tu día?” “¿Hubo algo difícil o triste?”

Pasa de la conversación trivial a la conversación de mayor riesgo—pero mayor satisfacción. Dejemos las máscaras para las obras de teatro.

Escucha con absoluta atención, con total dedicación. Si escuchas y observas, descubrirás cosas que están bajo la piel, cosas que requieren que prestes atención. Nada de valor se logra en cinco segundos.

No des consejo de manera apurada. Más bien, escucha, haz preguntas. Tu silencio atento hará mucho más que una catarata de consejos. Escucha sin el afán de comentar o criticar. Al final, la intimidad se logra escuchando más que opinando.

Entiende que tener conflictos es parte normal del matrimonio. Pero el conflicto no es una puerta abierta para la falta de respeto, para los gritos, y los malos tratos. La clave no es buscar quién tiene la razón—sino buscar qué es lo mejor para el matrimonio. Porque la unidad no es pensar iguales, sino en tirar juntos el carro familiar en la misma dirección. Lo importante es respetar la opinión y el punto de vista del otro—aun cuando no estés de acuerdo. Es importante que aprendas a expresar tus desacuerdos de manera tranquila y sin herir la otra persona con acusaciones. No te ofendas porque otro piensa de manera diferente. ¡Somos diferentes!

Meinecke, autor del libro en inglés “Todos se casan con la persona equivocada” afirma que cuando comienzas a descubrir las incompatibilidades con tu cónyuge, es fácil enfocar en lo que el cónyuge hace mál, y concluir que uno se casó con la persona equivocada. Pero la realidad es que no hay cónyuge perfecto. Pero cuando comiences a enfocarte en lo que tu cónyuge hace bien, podrás descubrir tu propia infelicidad, y generalmente, no es producto de tu cónyuge. En un matrimonio maduro, no buscamos que nuestro cónyuge provea nuestra felicidad, y no les echamos la culpa de nuestra infelicidad. El matrimonio no provee todas nuestras necesidades. Por eso, un consejo sabio es: “El matrimonio no es encontrar la persona correcta, sino en convertirte en la persona correcta.”

Y no te olvides: el respeto es el fundamento del amor. Si no respetas al otro, no puedes amarlo. Busca cada día más aceptar a tu cónyuge tal cual es, y reforzar tu respeto hacia el otro en actos de consideración y comprensión.

¡Nadie dijo que el matrimonio sería fácil!

El escritor Zig Ziglar escribió: “No tengo manera de saber si te casaste o no con la persona equivocada, pero sí sé que mucha gente tiene muchas ideas equivocadas sobre el matrimonio y lo que hace falta para hacer que el matrimonio sea feliz y exitoso. Yo sería el primero en admitir que es posible que te hayas casado con la persona equivocada. Sin embargo, si tratas a la persona equivocada como si fuera la persona correcta, quizás termines habiéndote casado con la persona correcta. Por el otro lado, si te casaste con la persona correcta, y la tratas de la manera equivocada, ciertamente terminarás habiéndote casado con la persona equivocada. También sé que es mucho más importante ser la persona correcta que en casarse con la persona correcta. En breve, si te has casado con la persona correcta o equivocada, depende mayormente de ti.”

La fuerza y el vigor de una familia sana hacen que la vida valga la pena. Si tan solo colaboramos con todas nuestras fuerzas y defendemos nuestra herencia espiritual, podremos trabajar en la prevención de muchos males del matrimonio. Y empieza con el cambio en ti mismo.

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