La piedra Rosetta

En 1799, una piedra enterrada en la arena del desierto, fue encontrada por un soldado francés, miembro de la expedición que envió Napoleón a Egipto, a unos 50 km de Alejandría. En el momento los expedicionarios no se dieron cuenta del tremendo descubrimiento, ya que en esta piedra se encontraban tres escritos diferentes, jeroglíficos, demóticos y griegos. En 1801 los franceses se rindieron, y la Piedra Rosetta, como fue bautizada por haber sido descubierta en un pueblo de ese nombre, pasó a manos británicas y hoy se encuentra en el Museo Británico en Londres. La tarea de descifrar el significado de la piedra fue lograda mayormente por el francés Jean-Francois Campollion para 1822, luego de años de investigación y muchas contramarchas. Sería la clave para desbloquear los misterios de los jeroglíficos antiguos de Egipto, un idioma que había estado incomprendido por más de 2000 años.
Quizás no esté a nuestro alcance semejante descubrimiento, pero todos tenemos la tarea de descifrar e investigar la vida que nos toca, y las oportunidades que nos presentan. Y así también asumir la ardua tarea de conocernos a nosotros mismos y de entender que tenemos gran valor y capacidad de descubrimiento, aun en la vida diaria.