El primer mendigo soy yo

C.G. Jung escribe: “Atender al mendigo, perdonar al ofensor, inclusive amar al enemigo en nombre de Cristo es indudablemente una elevada virtud. Lo que le hago al más pequeño de mis hermanos, se lo he hecho a Cristo. Pero si descubro que el más pequeño de todos, el más pobre de todos los mendigos, el más atrevido de todos los ofensores, inclusive el mismo enemigo, está dentro de mí, que yo mismo necesito la limosna de mi bondad, que yo mismo soy el enemigo a quien amar, ¿entonces qué?”
La pregunta nos lleva a la reflexión. ¿Tenemos la capacidad de amarnos a nosotros mismos, perdonarnos, y recibir la misma bondad que somos capaces de dar a otros? Porque el comienzo y el fin de las cosas son uno mismo. Y cuánto más seamos capaces de aceptarnos có
mo somos, renovarnos y levantarnos a diario, más útiles seremos para el mundo que nos rodea.
Las buenas obras siempre empiezan por casa.