¡Me preocupa mi preocupación!

“Mi preocupación me está matando” debe ser una de las frases más comunes de nuestros tiempos. Y es así, nos daña la salud, nos roba alegría, nos aleja de las soluciones.
La preocupación es buena cuando nos hace ver un problema y tomar acción para resolver un problema. Pero lamentablemente, la preocupación y la ansiedad nos desbordan y nos convertimos en “preocupadores crónicos”. Nos llenamos de miedos, perdemos fuerzas, sufrimos consecuencias en nuestra salud… pero ¿habrá algo para hacer? Los psicólogos nos indican que la preocupación crónica es un hábito mental que se puede romper. Se puede entrenar a nuestro cerebro a disminuir sus niveles de preocupación y tomar actitudes positivas. Las investigaciones nos dicen que, mientras te estás preocupando, te sientes menos ansioso. ¿Cómo es eso, preguntaremos? Quiere decir que la preocupación nos distrae de nuestras emociones más profundas y nos hace creer que estamos haciendo algo al respecto. Pero como veremos, la preocupación y resolver problemas son dos cosas diferentes. Los neurocientíficos afirman que preocuparse es mejor que no hacer nada. La misma preocupación da al cerebro una actividad que por lo menos le hace pensar que está ocupado. Pero la pregunta surge, ¿habrá algo mejor que la preocupación?
No es fácil de resolver.
Pero sí hay algunas cosas que ayudan a disminuir los niveles de preocupación.
Detrás de la preocupación necesitas tomar plena conciencia de tus emociones. Dolor, tristeza, amargura, ira, frustración… todas estas emociones pueden estar ocultándose detrás de la preocupación. Pero nuevamente la preocupación no nos ayuda a resolver los problemas de fondo, a menos que veamos con franqueza qué es lo que estamos viviendo.
Para tratar con nuestra ansiedad es importante poner nombre a nuestras emociones negativas. ¿Cómo puede funcionar esto? Los estudios neurológicos indican que reconocer de frente a las emociones disminuye su impacto. Suprimir las emociones no ayuda; a la larga nos daña y nos empeora. Si aprendes a rotular tus emociones con claridad (en lugar de suprimirlas), ayudarás a disminuir tu ansiedad. Es más, podrás tomar medidas claras respecto a lo que te preocupa. No es lo mismo “andar ansioso” que entender que nuestra ansiedad tiene nombre y apellido, y por lo tanto, se puede encaminar hacia una solución. Nombrar y poner en palabras el dolor y el sufrimiento te ayudará a aliviarlo. Sea con un amigo de confianza. Sea con un terapeuta. Sea con tu diario personal, en donde escribasrespecto a tus preocupaciones. Analiza qué cosas disparan tu ansiedad, qué personas suman ansiedad, y qué límites necesitas fijar para cuidarte más.
Otro aspecto que hay que entender de la ansiedad es que la vida es impredecible e incierta. Tener una actitud rígida frente a la vida aumenta la preocupación. Esperar que todo sea perfecto y organizado no es realista. Aprende a tener una actitud de mayor aceptación frente a las cosas que te suceden.
No desatiendas tus responsabilidades, pero toma tiempo especial para cosas que te hacen bien, de las cuales disfrutas. Sal a caminar, a correr, a estar con amigos, a disfrutar de la familia, de una buena película, un buen libro. Cuida tu salud, tu alimentación. Aun los masajes profesionales aumentan la serotonina, disminuyendo el dolor y aflojando las tensiones. Cuida tu espacio personal y espiritual en medio de cada día. La oración y la meditación alivian las preocupaciones.
La gratitud es un ejercicio de la voluntad que alivia la ansiedad, un hábito que podemos incorporar al practicarlo cada día. La gratitud aumenta la dopamina, lo cual eleva el ánimo. La gratitud también aumenta el nivel de sociabilidad, lo cual hace que uno disfrute más de estar con los demás. La gratitud, que es pensar en las cosas por las cuales estás agradecido, cosas que valoras en tu vida, hace que aumente la serotonina cerebral.
Para el cerebro, la búsqueda de las cosas por las cuales estar agradecido es más importante que la gratitud misma. Y a medida que nuestra inteligencia emocional crece, aumenta nuestra capacidad de ser agradecidos.
La ansiedad también se alivia al tomar decisiones. Cuando tomas una decisión y te mueves hacia la acción, tu cerebro descansa. La neurociencia indica que tomar decisiones disminuye la ansiedad. ¿Cómo se hace esto? Los pasos son simples. Identifica la causa de tu ansiedad. Luego analiza varias acciones que puedas tomar al respecto. Elige la mejor y pon manos a la obra a través de metas y objetivos. Es más, la ansiedad muchas veces provoca parálisis de actividad, lo cual produce más ansiedad. Buscar y encontrar soluciones calma tu cerebro. No tienes que tener la “solución mágica” ni “perfecta”: comienza con un pequeño paso, y luego verás que poco a poco te sentirás mejor. Si te exiges perfección, sumarás mayor ansiedad a tu estado de ansiedad. Busca lo mejor de lo que tengas, y comienza a caminar hacia la salida. Resolver un problema significa evaluar una situación con objetividad y llegar a tomar pasos concretos hacia su solución: es decir, poniendo un plan en acción. La preocupación, si bien nos “ocupa”, pocas veces lleva a las soluciones. Es más, puede agravar los problemas.
La preocupación productiva, escribe Reinecke, te ayuda a resolver problemas. La preocupación improductiva te lleva a rumiar sobre los problemas sin resolverlos.
Puedes preguntarte:
¿Qué concretamente me preocupa? Es importante que definas de manera específica y clara lo que te trae ansiedad.
¿Cuál es mi responsabilidad frente al problema?
¿Qué personas o consejos necesito tener en cuenta?
¿Qué opciones tengo frente al problema? Escribe todas las soluciones o alternativas posibles, lo que se llama tener una “tormenta de ideas”. Gran parte de la preocupación es creer que no hay opciones. Enfócate en acciones que dependen de ti, en lugar de esperar en otros o en cambios mágicos al problema. El cerebro se siente mejor cuando tomas decisiones.
Otra respuesta importante a la ansiedad es el afecto. El abrazo, el gesto de afecto, las palabras de aprobación y aliento no solo harán bien a tus seres queridos, sino que te harán bien a ti. Los matrimonios más sólidos son quienes dan y reciben afecto de manera continua. Un abrazo a un ser querido disminuye la ansiedad. El masaje ayuda a mejorar el descanso y a disminuir la ansiedad. Comunicarte de manera interesada y afectiva con los tuyos, sea por mensaje de texto, por Facebook, o hablando por teléfono, disminuye la ansiedad. ¡No descuides tus afectos, ni a tus seres queridos!
Y finalmente, dos consejos más:
Practica el perdón. No te aferres a la amargura y al resentimiento, que solo te harán más daño.
Haz gestos de bondad de manera cotidiana. Pensar de manera solidaria en otros disminuirá tu ansiedad y te traerá la alegría de saber que sigues contribuyendo a la vida.
¡Deja de preocuparte tanto y ponte en acción!