¡NO HABLES MIENTRAS INTERRUMPO!

Escuchar es realmente importante, aunque muchas veces nos encontramos con tanta ansiedad de hablar que interrumpimos en la conversación y no nos comunicamos realmente con la otra persona.

Pero a la larga, ¿qué es lo más importante? ¿Conectarnos o desbordarnos de palabras? Porque hablar mil palabras al minuto es lo más fácil; lo más difícil es prestar atención para realmente comunicarnos con la otra persona.

Si somos honestos, pensemos en las personas que nos han hecho sentir bien. ¡Adivinaste! Son quienes nos escucharon con atención. Y como nos escuchan con atención, nos sentimos comprendidos.

Pero requiere el arte de enfocarnos, apagar teléfonos celulares, el Facebook, el Internet… y enfocarnos, realmente enfocarnos.

El médico y psiquiatra Paul Tournier escribió: “Es imposible sobre-enfatizar la inmensa necesidad que tienen los humanos de ser realmente escuchados, de ser tomados en serio, de ser comprendidos.”

Una de las maneras más prácticas de amar, entonces, es escuchar: con atención, con respeto, sin prejuicios, sin distracciones. Con completa atención. El escritor Stephen Covey escribe que para relacionarnos efectivamente… debemos aprender a escuchar, lo cual requiere fuerza emocional, apertura…

¿Qué hacer entonces?

Conviértete en un oyente activo. Piensa que tu objetivo es que la otra persona se siente escuchada y comprendida. Significa estar más atento a escuchar que opinar, juzgar o brindar soluciones. Entra en la conversación con el objetivo de interesarte por el otro, y dejar de lado tus necesidades y opiniones. Descubre qué es lo importante para la otra persona y conversa al respecto. Investiga, pregunta, y céntrate en la otra persona… sean tu cónyuge, tu hijo, tu amigo, tu vecino, tu compañero de trabajo, tu padre, tu abuelo….

Un consejito: Tu cuerpo y tu mirada comunican tu atención (¡o tu falta de atención!). Por lo tanto, presta atención al idioma de tu cuerpo, a tu mirada, a tus hábitos. Por ejemplo: una persona que está escuchando con los brazos cruzados comunica una actitud cerrada. Una persona que tamborilea con los dedos mientras conversa comunica nerviosismo o apuro. La otra persona detectará enseguida si realmente estamos prestando atención o si estamos distraídos por otros asuntos.

Conviértete en un preguntón. Al preguntar con interés estás demostrando calidez y afecto. Haz preguntas relevantes que sirvan a mejorar la comunicación. Resístete a hablar de ti mismo por este momento. Despréndete de tus propias ansias de hablar. No busques ser el protagonista: busca ser un oidor empático y atento. Deja que la otra persona “brille” en lu conversación.

Un consejito práctico: Parafrasea lo que la otra persona te dijo. Por ejemplo, si la persona te dice: “Acabo de perder mi trabajo,” le puedes re-preguntar, “¿Perdiste tu trabajo?” o exclamar “¡Perdiste tu trabajo!” Recuerda que la gente no habla necesariamente porque necesita un consejo, pero sí habla necesitando comprensión y atención.

Si quieres ayudarlo a resolver un problema, en lugar de afirmar soluciones, más bien haz preguntas. “¿De veras te parece la mejor solución?” “¿Has pensando en otras opciones?” “¿Has tomado tiempo para decidir con tranquilidad?” En lugar de decirle, “Entiendo lo que vives”, pregunta: “¿Qué estás viviendo?” Lograrás mucho más con preguntas activas que con consejos y opiniones.

Frank Luntz dice lo siguiente: “No es lo que dices, es lo que la gente escucha.” Es interesante esta reflexión, porque enseña que para ser buenos oidores debemos ser capaces de ponernos en el lugar del otro y lo que el otro está recibiendo. David Augsburger dijo: “Ser escuchado es tan cercano a ser amado… que casi no se puede distinguir entre los dos.” Se comunica amor en nuestro interés al escuchar.

Al final, a través de nuestra buena comunicación transmitimos interés, empatía, y podemos influenciar la vida de la otra persona para bien, aunque sea con una pequeña palabra, con un momento de escucha.

Seamos excelentes oidores. Sorprenderemos a muchos. Y alegraremos el día a alguien que lo necesita.