Mujer, ¡ordena tu caos!

La pesadilla de toda mujer es encontrarse rodeada de problemas, ¡sin tener muchas soluciones! Si bien hay un desorden natural en la vida (los platos se ensucian y se lavan todos los días) hay principios que nos ayudan a minimizar el caos cotidiano.
Si no, imaginen arrancar cada mañana así:
-Mamá, ¿Dónde está mi ropa de gimnasia? La necesito para hoy.
-Querida (“querida” con letras en negrita), ¿y mi camisa para la oficina?
-¡Mamá! Me olvidé comprar las cartulinas para manualidades...
-Querida, ¿no viste donde dejé las llaves del auto?
-Hija (por teléfono), no te olvides que quedamos en visitar a la abuela...
¡Ajjjj! Y si todo esto sucede a las siete de la mañana, ¡socorro!
Y cuando todos se fueron, la mujer se queda semi-vestida, con la escoba en la mano, con las ojeras colgando de los ojos, con la casa dada vuelta, y el chiquitín llorando en la cuna. Y cuántas veces esa mujer se dijo, “Mañana será distinto. Mañana voy a tener todo listo. Mañana...” Pero llega la noche y todo el circo sigue en función, el tiempo no alcanza, las cosas no se hicieron...y la pesadilla vuelve a repetirse.
¿Habrá magia capaz de revertir el caos?
Una consultora del orden nos da los siguientes consejos:
Una vida desorganizada es una vida de oportunidades perdidas. Las cosas menores nos roban a las cosas mayores y más importantes. Y lo peor de todo es que andamos frustradas. Cuando más ocupadas estemos mayor necesidad tenemos de ser eficientes. Debemos poner prioridades, delegar tareas y administrar sabiamente nuestro tiempo. La clave es... ¡hacerlo!
A continuación hay algunas estrategias importantes:
El perfeccionismo no es la solución—es más bien el problema. ¿Cómo?, dirán las perfeccionistas. La mujer perfeccionista está atada a una actitud de control que gobierna su vida. ¡No vaya a ser que encuentren una mota de polvo en su casa! Pero la vida es hacer lo que hay que hacer, lo importante, más que lo secundario. La mujer perfeccionista se agota antes de arrancar, y no disfruta de lo importante de la vida: de su marido, de sus hijos, de oler una flor...
Encuentra tu estilo de trabajo propio. La suegra te insinúa que ella siempre le llevaba el desayuno a la cama a su marido...Tu madre te dice que hay que planchar de cierto modo, ¡el de ella! Así terminamos atadas a muchas opiniones. La pregunta es, ¿has descubierto tu manera de trabajar? Hay quienes limpian la casa a las ocho de la mañana, hay quienes lo hacen a las once de la noche. Hay mujeres que hacen varias cosas a la vez, hay quienes van de una tarea tras otra...Lo importante es encontrar tu estilo de trabajo, y hacer las cosas a tu manera.
Un almanaque grande en la pared es excelente para anotar cumpleaños, compromisos, turnos... Es bueno trasladar los cumpleaños de todas las personas importantes para la familia de almanaque en almanaque todos los años. Será una manera de siempre tener presente estas fechas importantes. El almanaque debe estar puesto en un lugar visible, donde todos lo puedan consultar. Guarda tus papeles en carpetas marcadas: “Impuestos” “Teléfono” “Cuotas”... Acostumbra a tu familia a colgar las llaves en un llavero al lado de la puerta principal de la casa. Acostumbra a tu familia a realizar actividades de rutina. “El que se baña, deja el baño en orden.” “El que tiene ropa sucia, la pone en el canasto de ropa sucia.” Si cada uno hace lo que tiene que hacer... ¡qué buen aceite para los engranajes! Está el refrán que dice: “Cada cosa en su lugar, y un lugar para cada cosa.” Pero mamá, mujer, abuela, amiga, hay que dejar que cada uno haga lo que tiene que hacer...y no aflojar. Lo que un hijo (o un marido) puede hacer en unos minutos significa horas menos de trabajo en la casa. Cada noche cada miembro de la familia puede ordenar su dormitorio en poco tiempo.
Lleva un cuaderno y un libro (un libro inspirador, una buena novela) en tu cartera todo el tiempo...para esperar en la parada de ómnibus, en la oficina del dentista. Esos minutos se convierten en tesoros aprovechados en lugar de desperdiciados. Ten un cuaderno al lado del teléfono donde se pueden recibir y anotar los mensajes de las llamadas. “¿Cómo, no te avisé que suspendieron tus clases de computación?” “Me parece que llamó tu jefe... ¿o era el veterinario?”
Recuerda. El secreto no es dormir menos (¡quién aguanta a una mujer malhumorada y agotada!) sino en organizarse más. Nadie lo hará por ti, es una decisión personal de traer orden al caos cotidiano.
Busca tener tranquila tu última hora del día. ¡Basta a las corridas! La penúltima hora es para acostar a los chicos, darles un beso, contarles un cuento, mimarlos...y la última hora del día es para conversar con tu marido y organizarse para el día siguiente. Con tu cuaderno en mano en la mesa de luz puedes anotar tus responsabilidades del día siguiente, tus compromisos, tu lista de compras... y tu mente podrá descansar durante la noche. Y al planear tu día, planea una hora para ti misma de algo que disfrutes. Leer un libro, salir a caminar, pintar una acuarela, arreglar el jardín...
Si el caos está bajo control... ¡podrás aprovechar al máximo tu día!