MUJER, ATIENDE TUS PROPIAS NECESIDADES MIENTRAS ATIENDES A LOS DEMÁS

Como mujeres, la vida nos lleva a ser el centro del servicio y atención a los demás. Pero cuando pierdes de vista tus propias necesidades e identidad mientras cuidas a otros, tu servicio saludable se convierte en una codependencia no saludable. Abandonar partes importantes de tu vida mientras tratas de agradar a los otros no vale la pena. Al final, lo que importa es tu bienestar y equilibrio sano. Aquí hay maneras en cómo puedes dejar de ser una persona que atiende demasiado a los demás para desarrollar relaciones saludables:
Encuentra tu equilibrio en tus valores en lugar de las opiniones de la gente. No hagas que tu auto-estima o sentido de seguridad dependa de las opiniones de los demás de ti. Eres valiosa como persona y debiera significar mucho para ti.
Sé una cuidadora responsable. Comprende que no puedes dar lo que primero no tienes. Si quieres cuidar a otros responsablemente, debes primero cuidar tus necesidades propias para que puedas ayudar a otros adecuadamente. Toma el descanso, el ejercicio, y el tiempo en oración y meditación que necesitas de manera regular. Come una dieta nutritiva. Toma tiempo de disfrute de manera regular, persiguiendo tus intereses personales a la par de tus otras responsabilidades.
Conócete. Date cuenta de lo que piensas, cómo te sientes, y lo que quieres. ¿Cuáles son tus valores? ¿Cuáles son tus creencias y opiniones? ¿Qué talentos tienes? ¿Qué es lo que más disfrutas de hacer y por qué? ¿Qué llamado especial hacia la vida? ¿Cuáles son tus esperanzas y sueños? ¿Cuáles son tus preocupaciones y ansiedades? Reconoce lo que es importante para ti y decide vivir consecuentemente. Si no puedes contestar estas preguntas, toma tiempo hasta encontrar las respuestas. Pasa tiempo en soledad en un lugar tranquilo, lejos de distracciones. Refleja en dónde está tu vida hoy y cómo llegaste allí. Considera las partes de tu vida que has dejado atrás o has dejado sin desarrollar. Contempla las pruebas que estás viviendo y mira cómo puedes crecer de ellas. Registra tus pensamientos honestamente en un diario privado. Encuentra un amigo de confianza en quien puedes confiar, y que te animará a crecer. Una vez que descubres lo que es importante para ti, ponte prioridades y metas, y agregarás más gozo a tu vida.
Busca la sanidad para tus heridas de la niñez. Busca un profesional o un amigo confiable que te ayude a trabajar en tus emociones. Lee libros que te inspiren y te aconsejen hacia los buenos cambios y ajustes. Busca crear nuevos patrones sanos para relacionarte con la gente, recordando que siempre podrás contar con Dios, si eres una persona de fe, para proveer todo lo que necesitas, aun cuando no puedes contar con otras personas.
No asumas los problemas de las otras personas. Comprende los límites de la compasión. Recuerda: nadie tiene el poder de hacer cambiar a la gente. Lo que sí puedes hacer es realizar tus propios cambios, y quizás a través de tu influencia, tu entorno vaya cambiando.
Renuncia a tus esfuerzos de control. No trates de controlar los estados de ánimo de las personas. Deja de agotarte tratando de hacer demasiado simplemente porque necesitas ser necesitado. Al contrario, trabaja en cambiarte a ti misma—quien realmente debiera controlar su propia vida—más y más cada día. Sé flexible y valiente en lugar de rígida y temerosa. Sé abierta a la diversión espontánea. Ábrete a lo bueno y nuevo, aunque sea de a pequeños pasos.
Sé honesta contigo misma y con los demás. Deja de actuar como si fueras perfecta cuando ningún ser humano puede serlo. Vive una vida auténtica y disponte a dejar que la gente vea lo que realmente eres.
Confía en tu habilidad de tomar decisiones sabias. No dependas de las otras personas para que te digan lo que piensan en situaciones dadas. Usa la conciencia que Dios te ha dado y confía en tu propia habilidad de tomar buenas decisiones. Mientras el consejo de otros puede ser valioso, no bases tus decisiones sólo en lo que alguien piensa que deberías hacer. No evites las decisiones; acércate a ellas con confianza, sabiendo que llegará la sabiduría. Comprende que tus creencias y opiniones son valederas, y debieran ser compartidas con tu familia al tomar decisiones juntos. ¡Exprésalas!
Ten límites saludables. Declara a los demás lo que es importante para ti, como también lo que tolerarás y lo que no tolerarás. Practica diciendo que “sí” a las cosas que son importantes para ti y “no” a las cosas que necesitan ser eliminadas de tu vida.
Crea una relación interdependiente con tu cónyuge. Comprende que un matrimonio saludable es cuando hay dos personas únicas y confiadas que vienen a formar un compañerismo. Disfruta de algunas actividades sin tu cónyuge; mantén amigas, como también amigos que tu cónyuge y tú compartan; siéntete libre de tener desacuerdos con tu cónyuge como también tener deseos, pensamientos y sentimientos diferentes; y que tus fortalezas contribuyan a fortalecer la intimidad de tu matrimonio.
Crea relaciones saludables con tus hijos. Evita desentender a tus hijos de situaciones en donde han cometido errores; déjalos que traten con las consecuencias de sus acciones para que puedan aprender y crecer. Apóyalos siempre, sí; pero deja que vayan experimentando con su propia toma de decisiones. No construyas tu vida alrededor de tus hijos; ten partes plenas de tu vida que no los involucren. Dale a cada miembro de tu familia oportunidades de expresar su individualidad dentro del sistema mayor de los valores de la familia. Anímales a expresar sus diferentes opiniones, ideas de moda, etc. Anímalos a tus hijos a desarrollar y usar sus talentos y capacidades.
Crea relaciones sanas con los demás. Busca amistades con gente que contribuirá a la relación en lugar de simplemente recibir. Guarda las confidencias del otro. Comprende el propósito de tu relación. Escúchalo activamente al otro. Crea un ambiente sano en donde las dos partes pueden expresar pensamientos honestos y sentimientos sin temor a la crítica.
Ofrece consejos mínimos y evita dar respuestas “estándar” para los problemas complejos. (Recuerda el adagio: “Toma mi consejo porque yo no lo uso.”) Comparte tus historias personales con el otro. Disfruten del humor juntos. Empatiza con la lucha del otro sin sobre-enredarte con el otro. Anima al otro a salir de su zona “cómoda”, pero no lo empujes.
Crea un espacio saludable de trabajo. Ten límites claros en tu lugar de trabajo. Sé un trabajador respetuoso, confiable y cumplidor.
Sí, eres el corazón de muchas cosas: de tu familia, de tu entorno, de tu solidaridad, de tu empatía, de tu trabajo, de tus estudios, pero tienes que cuidar tu propio corazón ante todo lo demás. Así vivirás más tranquila, y tu vida tendrá más equilibrio y sentido.