APRENDIENDO SOBRE LA EMPATÍA

La empatía... ¿con qué cuchara se come? Porque significa la posibilidad de ir un poquitín más allá de las corridas y venidas de cada día; es hacer una pausa para mirar al otro un poco más a los ojos, es no pasar por alto señales que el otro me está enviando...y ¡cuántos “otros” hay en nuestras vidas! Mis padres, mi cónyuge, mis hijos, mis amigos, mis compañeros de trabajo...tantas personas con quienes me cruzo a diario... ¿qué significan para mí y cómo puedo llegar más a ellos? Con la empatía, por supuesto.
Ciaramicoli escribe que empatía es la capacidad de entender y responder a las experiencias únicas del prójimo. La paradoja de la empatía es que esta habilidad innata puede usarse tanto para ayudar como para causar daño...
(Es de notar, entonces, que la empatía tiene también su lado oscuro...el hecho de conocer y comprender al otro también me da la posibilidad...de herirlo...como lo vemos tantas veces dentro del matrimonio...que mi conocimiento del otro....puedo usarlo para destruir o para construir...pero es otro tema...)
Pero sigamos por el lado amable. Este escritor también dice que la empatía, más que cualquier otra facultad humana, es la clave para las buenas relaciones y el antídoto contra la soledad, el temor, la ansiedad y la desesperanza...es el puente que une el abismo que nos separa a unos de otros.
La empatía hacia nuestros hijos, por ejemplo, se da cuando estamos genuinamente interesados en ellos, cuando podemos consolarlos y abrazarlos en su dolor, escucharlos sin condenarlos, recibirlos sin reprocharlos. No es de extrañar que muchos de nosotros como adultos no hemos recibido esto de nuestros propios padres, y que, aunque nos cueste, debemos ponerlo en práctica con nuestros hijos.... ¿qué culpa tienen ellos de nuestras carencias como adultos?
El requisito de la empatía es la comprensión....comprender es poder mirar al otro sin tabúes, sin enredos, separando los propios sentimientos de los ajenos. Comprender implica dejar de lado preconceptos, prejuicios, y centrar una mirada despejada en el otro. ¿Sabías que la sonrisa es una de las herramientas más poderosas de empatía que tenemos?
El enojo, por ejemplo, enmascara varias emociones...la tristeza, dolor, resentimiento... Cuando tratemos con una persona enojada, debiéramos preguntarnos, ¿Por qué está enojada? ¿Qué hay detrás de su enojo? Si logramos captar estas respuestas, podremos enfrentar adecuadamente la ira del otro...quizás está agotado, quizás está temeroso...y con mi comprensión, puedo llegar a su corazón.
Los estudios de los psicólogos indican que decirle al otro “yo también viví lo mismo que vos” “yo ya sé lo que estás pasando” no ayuda demasiado...ya que la otra persona necesita ser comprendida más que analizada o comparada...Hodges y Wegner escriben que tener empatía con una persona en una situación implica algo más que sencillamente cambiar el propio punto de vista. Implica también cambiar nuestra forma de juzgar la situación, los recuerdos de los sucesos y la respuesta emocional hacia ellos...
Es demasiado fácil juzgar al otro por mis ideas, por mis opiniones... es demasiado fácil ser rígido y opinador. Más bien es un arte escuchar con atención al otro sin comunicar mis propias necesidades. Es un acto espiritual aceptar a la otra persona, no solo por lo que es, por lo que aparenta, sino por lo que dice, lo que expresa. La empatía requiere una mirada sabia, un ojo atento y cálido. Casi, casi podríamos decir que la empatía es un acto de amor hacia el otro. El amor que no se expresa no es amor, dice un viejo refrán. May Sarton también escribe: “Hay sólo una verdadera privación...y es la de no ser capaz de darnos a aquellos que más amamos.”
Resumiendo: la empatía es la herramienta para servir el amor. Y la cuchara es...la comprensión.