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Un espacio de reflexión y crecimiento personal

Afuera hace frío...volvamos a casa


El escritor y filósofo argentino Jaime Barylko escribe: “Afuera hace frío. Reina la intemperie, el viento que nunca deja de soplar...Afuera cada cual es nadie...Por eso hay que volver a casa, al cónyuge, a los hijos, a los amigos íntimos que nos quieren por lo que somos y no por lo que hacemos...” (Volver a Casa, Editorial Sudamericana).

No es nada nuevo que el ser humano necesite tener una contención social, moral, espiritual...El hombre no es “una isla”. Y curiosamente, la ciencia también confirma esta realidad. Formamos parte de un entorno social que nos afecta y que afectamos.

La gente que tiene una relación cercana a sus familias, a sus amigos y tienen una vida social frecuente se enferman menos que las personas aisladas. En un pueblito de los Estados Unidos, a fines del siglo XIX, un pueblo llamado Roseto había desarrollado un fuerte sentido de comunidad. No era raro que viviesen bajo el mismo techo varias generaciones de personas. Al analizar este pueblo en años recientes, los estudiosos en la salud descubrieron que los ataques cardíacos eran 40% menores que en otras comunidades cercanas. Desde entonces, esta fuerza sanadora social se ha llamado el efecto Roseto.

Muchos estudios siguen confirmando esta realidad.

Las personas solas y con problemas cardíacos tienen dos veces la posibilidad de morir cinco años antes. Los que más vivían eran los casados o los que tenían amigos cercanos. Las personas aisladas tienen menor inmunidad ante las enfermedades. Los viudos o separados bajan sus niveles de inmunidad. Las personas sociales tienen mayor salud mental. No es de sorprendernos que hay mayor índice de suicidio en países o zonas en donde los lazos familiares están en decadencia. Las personas que tienen con quién compartir sus problemas y vivencias tienen menor riesgo de depresión.

“Afuera hace frío...” Cuán cierta es esta reflexión, sobria y certera. Y la pregunta sigue, “¿Cómo está el calorcito por casa?”

Necesitamos formar en nuestra comunidad familiar y social ese espacio genuino de afecto y crecimiento que el ser humano necesito. La comunidad comienza en mi núcleo familiar pero se extiende ampliamente hacia los hermanos de la fe. Lo que a mí me sobra, te puede hacer falta. Lo que no tengo, quizás me lo puedas brindar.

Claro que necesito de otros... de mi cónyuge, de mi hermano, de mi amigo. Necesito ese abrazo cálido y alentador. Necesito ese pañuelo que me ofrece mi amigo. Necesito salir del frío, sacarme el abrigo de las apariencias y ser amado tal cual soy.

Necesito mantener una buena comunicación con los míos, con los que me rodean, mi comunidad. Necesito escribir tarjetas de cumpleaños, enviar emails de saludos, enviar regalos, necesito llamar por teléfono. Necesito valorar a alguien. Necesito que alguien me valore.

Afuera hace muchísimo frío. ¿Me dejas pasar?

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