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Un espacio de reflexión y crecimiento personal

¿Queja o crítica?

Dentro de las cuatro paredes de nuestros hogares encontramos todo un mundo de experiencias... ¿cuáles serán las vivencias que más marquen a sus ocupantes? ¿Cuáles serán los recuerdos que llevarán nuestros hijos de nosotros, qué recordará mi cónyuge, mi nieto, mi ser querido? O para ponerlo en términos técnicos, ¿qué pensará mi “otro significativo”? Si el otro significa algo para mí, entonces existe, dicen los pensadores. Lo que no tiene valor para mí, “no existe”. ¿Podrá ser que dentro de las familias no existamos los unos para los otros? En los matrimonios tempestuosos, por ejemplo, deja de existir “el otro”; y si el otro no existe, ¿qué queda del matrimonio?

Para mejorar mi relación con los demás, entonces, es importante recordar y practicar algo tan sencillo, pero tan desafiante, en nuestra vida diaria: aprender la diferencia entre “crítica” y “queja”. Algo que Jesús mismo vivía: confrontaba pero nunca desvalorizaba; era directo, pero respetaba la dignidad del otro. Si pudiéramos entender esto y aplicarlo en nuestra relación con los demás, ¡sería un aprendizaje maravilloso!

¿Cuál es la diferencia entre “queja” y “crítica”? Siempre tendremos “quejas” respecto a quienes nos rodean, ¡y cuánto más hacia las personas que conocemos en mayor intimidad! Una queja está referida a una acción específica del otro; la crítica va más allá: la crítica desvaloriza a la persona, tira abajo al otro, y hasta puede incluir actitudes de desprecio. Ahora, nadie remotamente sano piensa en destruir al otro, pero...si nos descuidamos en enojo y amargura, ¡con cuánta facilidad lo hacemos! Una queja se centra en un comportamiento específico, la crítica abarca a toda la persona.

Una queja sería: -Hijo, hoy no hiciste la tarea que te tocaba en casa. –Una crítica sería: -Hijo, ¡nunca cumples con lo que te pido! ¡Cuándo aprenderás a ser responsable! ¡Estoy cansada de tu irresponsabilidad!

Por eso, la crítica puede desanimar y destruir. La crítica ataca al otro con culpa y enojo. No da oportunidades. La crítica ofende a la persona, en lugar de simplemente señalar una situación.

La queja dice: -Querido, necesito tomarme una noche libre para descansar. ¿Me ayudarías con las tareas y los chicos? -La crítica dice: -Estoy agotada y harta de todo. ¿Cuándo vas a pensar en que yo también necesito un mimo? ¡Nunca tienes un espacio para mí!

El problema con la crítica es que, en medio de nuestra frustración y enojo, desbordamos y, con la mano en el pecho, herimos en lugar de construir; atacamos la dignidad del otro en lugar de sumar y aportar.

Por eso, ¡aprendamos a quejarnos sin llegar a la crítica ofensiva!

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